Por turismo se comprenden las travesías que se desarrollan por el placer mismo que se desprende de viajar. La actividad turística incluye además del traslado en sí, el alojamiento o la pernoctación que se haga en un lugar determinado, ya se trate de un hotel o de un medio alternativo de hospedaje. Lo que caracteriza al turismo es que propicia una serie de vivencias en donde se conocen los atractivos de un destino, un punto geográfico, nada habitual con respecto a donde uno habita. En este marco, ¿Cómo se relacionan los hoteles boutique con el turismo? ¿De qué manera solventa uno o varios de los requerimientos de lo planteado al inicio de este articulo? ¿Propicia el turismo la propuesta de alojamiento que nos ofrecen los hoteles boutique? Y si en efecto lo hacen, ¿Hasta qué punto?
Como es bien sabido, los hoteles boutique se distinguen de los hoteles convencionales en la importancia mayor que le dan a la atención personalizada, el buen servicio, las comodidades incluidas, un tamaño menor de su instalaciones, una mayor privacidad, una intimidad más pronunciada y un cuidado especial en el diseño de las instalaciones y en las obras de arte y ornamentos utilizados para amenizar sus recintos. Y si bien todo ello coadyuva a tener una excelente experiencia turística hay dos aspectos que deseamos ponderar especialmente entre la relación del turismo y los hoteles boutique.
El primero es el siguiente: en la medida en que los hoteles boutique se afanan en complacer a los huéspedes y asegurar su bienestar en el marco de su alojamiento, consiguen despertar en ellos el deseo de volver y con ello mantener activa la dinámica turística. En segundo lugar, se debe ponderar un aspecto esencial de los hoteles boutique que beneficia ostensiblemente al turismo. Muchos de estos negocios se encuentran instalados en edificios históricos, repletos de valiosas referencias acerca de la cultura, el arte y la sociedad del destino visitado.
Quienes se alojan en los hoteles boutique, al acercarse a todo este acervo, se sienten interesados y deseosos de ampliar tal información y disfrute cultural, visitando los sitios de mayor relevancia en el destino en donde vacacionan. Esto es algo que difícilmente pueden sentir en un hotel convencional, tan proclives a la uniformidad y la eficiencia vacía. Los grandes centros hoteleros son sumamente disfrutables, pero, paradójicamente, al ofrecerle todo a los visitantes, clausuran la posibilidad de que se interesen en lo que les rodea más allá de su centro de alojamiento: esto acaba con el turismo como tal, algo que de ninguna manera sucede, como hemos visto, en el caso de los hoteles boutique.